Parece increíble que en la era de las comunicaciones y el auge de internet, con inmensos bancos de datos y los más diversos medios de intercambios de información aún nos cueste tanto difundir información “sensible”, o mejor dicho, sensible a los intereses de algunas empresas y médicos que no quieren ver errores en sus procedimientos y completamente insensibles al dolor y las penurias que padecemos los pacientes.
En una carta de lectores del periódico argentino Clarín del 05/10/07, la farmacéutica María Ester Cabrera realiza una denuncia a la que suscribimos y reproducimos la carta en su totalidad para quienes necesiten información sobre esta “medicina” peligrosa:
“Soy farmacéutica de hospital, tengo 65 años. Sufro un enfisema por una enfermedad genética y por fumar muchos años sin conocer mi problema de base. Por eso uso oxígeno durante muchas horas. A raíz de una bronquitis que no se pasaba, tome LEVOFLOXACINA (Tavanic, Uniflox, Levaquin, etc) durante 4 días. Me sentí mejor, pero al cuarto día comencé a tener dolores en los tobillos. Y el médico dijo que suspendiera la medicación. A la semana, sentí un fuerte golpe en los tobillos: se cortaron los dos tendones de Aquiles. ¿Que hice? Avise al ANMAT, a la Dirección de Farmacovigilancia. Me respondieron que era un efecto adverso raro pero que aparecía a veces. Es una droga recomendada para infecciones urinarias altas, no para cualquier infección. De poder hacerlo haría graffitis contra el uso masivo de esta droga peligrosa. Como no cuento con el dinero para una campaña recurro a la Defensa del Consumidor y a las cartas de los lectores”.
Maria Ester Cabrera
Con otro antibiótico y con un síntoma distinto quien escribe este post sufrió el efecto colateral de otra droga legal.
Con un diagnóstico de bronquitis me fue recetado Claritromicina 500mg (en este caso compré de la marca Northia), el cual me sacó casi de inmediato el malestar, pero al tercer día y medio me levanté con un cólico renal insoportable. En la ecografía salía claramente que el riñón izquierdo estaba levemente dilatado (menos mal que era levemente porque los cólicos que me doblaban de dolor no se los deseo a nadie). En la guardia del hospital me preguntaron todos los síntomas, sin embargo, ninguno de los síntomas, excepto los cólicos, se correspondían con alguna dolencia de los riñones. Luego me dijeron los cuidados que debía tener, (por ejemplo, tomar mucha agua, comer sin sal) cosas que normalmente hago. Me pidieron que discontinuara la ingesta del antibiótico hasta que pudiera realizar los estudios pertinentes de los riñones. La mayoría de los médicos clínicos que me atendían desestimaban que ese antibiótico me pudiera haber causado esos síntomas, no obstante, el urólogo ratificó lo que sospechaba y lo que varios farmacéuticos confirmaban: la Claritromicina era la causa de los cólicos renales.
Ahora bien, todo comenzó con una bronquitis, la cual, según los médicos, no pudo ser curada ya que discontinué justo en la mitad la ingesta del antibiótico (debía tomarlo durante 7 días). Los síntomas de la bronquitis aún persistían y como se podrán imaginar, después de semejantes padecimientos no sólo no seguí tomando dicho medicamento, tampoco fui a pedir uno nuevo. Se me ocurrió tomar un simple te de hierbas, te de ambay con miel y santo remedio.
Sería interesante que al menos en un futuro los médicos consideren y se animen a dialogar e intercambiar conocimientos con farmacéuticos, enfermeros, especialistas y otros profesionales (que están más cerca de los pacientes, porque los médicos no quieren bajar de su pedestal) para evitarles semejantes dolencias innecesarias a sus pacientes. De esta forma evitaremos la contradicción de que el remedio sea peor que la enfermedad.
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